domingo, 18 de septiembre de 2016

Katatonia en Argentina 02/09/2016


Un poco más de 5 años pasaron para que el exquisito quinteto sueco volviera a pisar suelo sudamericano, y en nuestro caso, suelo argentino. La primera vez la cita tuvo lugar en The Roxy de Palermo, y fue el 25 de febrero del 2011. Aquella vez acudí con un grupo de amigos, esta vez fui junto a mi esposa; mas, lo realmente importante es que Katatonia volvió a Argentina por segunda vez, y por segunda vez pude decir Presente.
La cita con los suecos se realizó en Uniclub, un lugar con una buena acústica, pero extremadamente pequeño. No sólo se habían vendido todas las entradas: tengo la sensación de que había más gente de lo que el lugar permitía/soportaba. Por momentos se hacía cuasi imposible moverse, y la incomodidad llegó a ser tan grande, que llegué a pensar "si acá pasa algún siniestro, estamos hasta las bolas todos". Repito, el lugar está bien, pero para bandas menos convocantes.
Apenas pasadas las 21 horas del viernes 2 de septiembre, y con la sencillez y elegancia que los caracteriza, Anders "Blakkheim" Nyström y sus compañeros subieron al escenario caminando, tomaron sus respectivos instrumentos y posiciones, y arrancaron disparando directamente a las emociones. Sonaron "Last Song Before the Fade" y "Deliberation" una tras otra, y en cuestión de minutos pude confirmar lo que ya sospechaba: Jonas y los suyos estaban dispuestos a demostrar que el fabuloso show del 2011 no había sido casual; los tipos son excelentes en lo suyo.
Siguieron sonando canciones llenas de melancolía y buen gusto, siguieron derrochando clase, hasta que llegó "Teargas" y a mí se me puso la piel de gallina. No sólo es una de mis canciones favoritas de Katatonia, sino que la versión que hicieron esa noche en particular fue colosal. Para aplaudir de pie hasta que te duelan las manos. Para colmo, sin tomarse respiro alguno, los ex Melancholium (nombre con el que comenzaron hace casi 30 años atrás) decidieron ejecutar algunas piezas que no habían sonado la primera vez (muchas de "Night Is the New Day" y "Dead End Kings"), mechándolas con temazos como "Evidence" (un himno) y "Old Heart Falls", la joya del último disco del grupo "The Fall of Hearts", con el público coreando de manera típicamente sudamericana el -emocionante- punteo de guitarra, tal como sucede en casi todos los países sudamericanos.
Uno de los aspectos que más sobresalieron, tanto en el 2011 como en ésta nueva visita, fue la capacidad del tridente Renkse-Nyström y el nuevo guitarrista del grupo, el ex Tiamat Roger Öjersson, para reproducir en vivo las exquisitas armonías vocales marca registrada del grupo, esas que en los álbumes hacen estragos en el oyente, y que sobre las tablas repiten tal como en el disco: magistralmente. Además, y hablando de marcas registradas de Katatonia, el manejo de los ritmos sincopados, en éste caso a cargo del nuevo baterista del grupo, el ex Lord Belial Daniel Moilanen, sirvió para corroborar que la banda sueca se siente muy cómoda moviéndose al margen de los parámetros convencionales de la música pesada. Por supuesto, Jonas cantó con su singular estilo de manera impecable, y hasta lució más "contento" que de costumbre.



Llegó el final con "Forsaker", ovación estruendosa y la banda de vuelta al escenario para tocar tres canciones infaltables: "My Twin", "Lethean" y "July". Ahora sí, fin del show, las manos rojas de tanto aplaudir y todo el mundo afuera del recinto con indisimulables gestos de felicidad. Sí, aunque suene irónico, ver una banda de tamaña calidad no puede provocar menos que felicidad. Es la segunda vez que los veo, y es la segunda vez que vivo la misma sensación, la segunda vez que observo las mismas reacciones en el público.
Mención especial para un grupo de niños que se divirtió haciendo mosh, y hasta poniendo en práctica un desubicado wall of death. A ver, pongamos las cosas en claro: no me interesa ponerme en el rol de juez ni sentenciar a nadie diciéndole qué deben hacer y en dónde. Pero ¿llevar a cabo acciones violentas en un recital de Katatonia? Disculpen, pero ¿tan necesitados de atención están que se comportan -en un recital en donde suena música depresiva durante dos horas- como si estuvieran en el Obscene Extreme o algo así? Hagan lo que quieran, pero, vamos, no me digan que no estuvo fuera de lugar todo ese circo.
En resumen, y dejando de lado ésto último, Katatonia demuestran que no en vano son una de las bandas más valiosas del siglo actual. Originales, auténticos y derraman calidad en cantidades industriales. Si vuelven, yo volveré a verlos.

Reseña: Manel
Fotografías: Max Prowler.